Sabemos que la agricultura es una de las principales responsables en lo que respecta a la emisión de gases de Efecto Invernadero. La promoción del consumo de alimentos producidos por métodos ecológicos, es decir, que no dañen los suelos ni causes impacto en el ambiente, que conlleven un comercio justo y una retribución también justa para quiénes los producen son los fines principales que se oponen a lo que actualmente representa la industria alimentaria. Cabe señalar enfáticamente que un tercio de los alimentos que son producidos se tiran y al mismo tiempo cerca de mil millones de personas sufren de hambre todos los días en este planeta.
Una de las consecuencias más alarmantes de la actividad agrícola industrial es la aparición de las llamadas “zonas muertas oceánicas”, masas de agua donde el exceso de nutrientes derivados de las actividades agrícolas eliminan el vital Oxígeno por lo que impiden la vida de la diversidad marina. La que se localiza en el Golfo de México, una de las más grandes del Mundo, se encuentra vinculada al famoso Corn Belt o Cinturón Maicero del Medio Oeste yankee donde se ubica la mayor cantidad de cultivos de ese país. Irónicamente, muchas de estas “zonas muertas” se encuentran donde antes hubo grandes pesquerías por lo que urge modificar las prácticas nocivas que conllevan a la cada vez más evidente contaminación de las aguas oceánicas.