A diferencia de otros trabajos, Dalí plasmo aquí su alucinatoria forma de ver la Realidad, de hecho, El Artista demuestra su inconmensurable capacidad de expresar una idea completa sobre algo, utilizando pocos pero significativos elementos. Esta encomiable Obra nos manifiesta la sutileza de los trazos remarcados contrastando con el fondo y la planicie en donde, aparentemente, se sostiene la figura, encontramos un extraordinario juego cromático en el cielo: azul discretamente intenso en el ángulo superior izquierdo que se va atenuando hasta llegar hacia la zona cercana al horizonte, allí junto a los picos montañosos en donde se puede ver la claridad del Sol y algunas discretas nubes se insinúan entre el azul celeste. Las montañas y montes juegan con la claridad solar y contrastan con sus diversos matices – desde el verde obscuro hasta el café claro – dando un impresionante manifestación de realismo. La planicie es gris, en su parte casi central se yergue un mojón de color café claro con variado juego de luces y sombras. La figura principal representa a una Madonna o tal vez, alguna figura que recuerde a Rafael, el versátil pintor renacentista. Los contornos están perfectamente delimitados por trazos, en lo que corresponde a la cabeza, cristalinos, casi trasparentes, de apariencia líquida, la cara, de igual manera, muestra una serena mirada, el globo ocular derecho se encuentra mejor delimitado que su contraparte y la nariz y labios, adecuadamente manifiestos. Los trazos también dan la manifestación de consistencia líquida pero de color discretamente café, el cuello es delineado delicadamente y existen contornos semejantes a base en la parte superior del tórax que proyectan su sombra sobre la superficie de la llanura. Esta Obra muestra, en parte, la aparente sencillez que por momentos podía manifestar El Maestro. Llama la atención que las costas, contornos rocosos y el Mar no aparecen en esta loable manifestación artística.
Realizada en 1960. Oleo sobre tela. 308 cms X 406 cms. Colección Privada. New York.