Era una construcción fuerte, maciza, alejada de la ciudad a la que pertenecía pero en contacto visual con ella. Tenía una característica muy importante: poseía una entidad propia, llegando a constituirse, en algunos casos, en una verdadera fortaleza. Su función era avisar a la ciudad-estado de la presencia de enemigos los cuales se desplazaban para intentar apoderarse de la ciudad por lo que se defendía la posición dentro del ulterior enfrentamiento, si es que se llegase a presentar.
En ocasiones, para mejorar su resistencia y defensa, se construían sus muros inclinados, en forma de talud. Esto le permitía soportar más el embate de ataques de maquinaria pesada como los arietes. Se construían también a base de piedras y ladrillos.