Ya para estas fechas, Dalí comenzaba a realizar trabajos de gran realismo, basándose en el juego interminable de las luces y las sombras y, además, plasmando, sobre todo, imágenes correspondientes a su entonces entorno. Este óleo sobre madera de 32 cms. x 29 cms. y realizado en 1926, forma parte de la afamadísima colección que se encuentra en el Museo Salvador Dalí de St. Petersburg en Florida USA. En este flamante estudio, observamos el torso de una joven en donde la iluminación se plasma de manera excepcional sobre la piel desnuda, el juego de colores es magnífico y nos lleva a considerar el atardecer con su interminable juego de luces y sombras al entrar en una habitación, quizás, en Port Lligat. La cromatización manifiesta es casi dorada. El desarrollo pictórico del cabello es extraordinario, en él podemos ver el fino delineado, perfectamente peinado, con 3 rizos que caen sobre la espalda de la joven, también no se “escapan” de la sugestiva tonalidad solar. Observamos con interés que la cara no presenta ningún apéndice anatómico: ni nasal, auricular o alguna delineación que correspondiese a la cavidad orbitaria, maifestándose de lleno una discreta parte de la porción anterosuperior del cuello y del carrillo del mismo lado.
La vestimenta de la muchacha es sencillo, propio de las mujeres pueblerinas, provincianas y su contorno se insinúa coquetamente en la parte superior de la espalda. Al fondo, se encuentra una tonalidad obscura que tal vez corresponde a una pared que ante la luminosidad previa quizás hace opaco el color. Personalmente, creo que en esta pintura El Maestro plasmó a su hermana Ana María. La esencia pictórica del cuadro descansa en el devenir de las luces y sombras del atardecer.