Tras una hermosa imagen de una puesta de sol, en que los rayos inciden y dan una coloración dorada a la pintura -¿otoño, invierno?- nos encontramos con una construcción de marcadas líneas y ángulos bien definidos formando una imagen en forma de cuarto que corresponde a la parte de un edificio en cuyo límite superior, desgastado y despintado, se deja ver una ventana sin cristal alguno que separe al exterior del interior o viceversa, de esta ventana se observa un bello cuerpo desnudo de mujer jóven de cuyo brazo izquierdo cuelga un violín de constitución “blanda”, al parecer la fémina tiene la intención de depositarlo en la superficie exterior de ese cuarto, que viene siendo una terraza en donde se encuentra una forma redondeada que pudiese ser ya sea un fruto, una piedra o un pan, la sombra sobre esta parte de la construcción es notable y juega con el contraste de la coloración dorada de los rayos solares, en la mitad derecha del cuadro se observa un Cielo modestamente azul así como unas nubes bien detalladas. Del suelo -aparentemente-, se alza orgullosa una estructura de colo negro constituída por lajas que terminan en una punta, como si fuera un pino, en la parte media, como si estuvíese sostenido por una fuerza invisible encontramos un palo de madera en cuyo extremo proximal se localiza un clavo que atraviesa un pequeño lienzo para incrustarse en la misma. El Pintor trató de enfocar en esta Obra la contínua turbulencia psico-sexual que lo perturbo durante buena parte de su vida. La mujer desnuda, con un busto hermoso y figura esbelta y, sobre todo, sin dar la cara, quiere expulsar al objeto de su fetichismo, de su lucha sexual.
Creado entre 1933-1934. Oleo sobre tela. 62 cms. X 47 cms. Colección Particular.