Con la misma tendencia de un dibujo realizado a lápiz en el mismo año así como las pinturas “Jirafas encendidas” y “España”, así como la escultura “Venus del Milo con cajones”, Dalí se explaya en su admiración a Sigmund Freud y sus teorías psicoanalíticas ya que esta pintura es una clara muestra de lo que El Pintor pensaba sobre las investigaciones del admirado intelectual austriaco, dando forma a imágenes que son tipos de alegorías destinadas a ilustrar ciertas complacencias para oler, si así se quiere, las diferentes emanaciones narcisistas emanados de cada uno de los cajones, para esto la única diferencia de aquella Grecia inmortal y la época actual es Sigmund Freud, quién descubrió que el cuerpo humano, el cual fue puramente neo-platónico en los gloriosos tiempos griegos, se encuentra ahora lleno de cajones secretos que solo el Psicoanálisis es capaz de abrirlos. La influencia del artista itálico manerista del siglo XVII, Bracelli, fue fundamental para dar forma a los cajones de las pinturas y esculturas del Maestro, sin embargo debemos de considerar que fue este un juego y a la vez un ejercicio geométrico para los diseños del italiano mientras que para Dalí fue una representación alegórica cargada de ese enorme poder obsesivo de saber, realmente, quiénes somos nosotros.
Desarrollada en tono café opaco, pero con algunas otras tonalidades, incluyendo el amarillo del hipotético piso, sostenida por un fondo negro, encontramos a una mujer como si se tratara de levantar con un torso cubierto de cajones, un pañuelo surge del cuarto y la presencia de un juego de luces incide a nivel de las extremidades, principalmente las superiores, que se encuentran con la piel arrugada y los dedos dismorficos. La cabeza presenta abundante pelo, algo llamativo es que en la parte del dorso, se encuentra una aparente trenza que semeja una ala de ángel, la cara se desplaza hacia abajo, el rostro velado. Cara y torso clarifican el símbolo entre los deseoso ocultos y la razón. Quizás sea una relación entre técnica y emoción-espontaneidad que cualquier Obra de Arte posee. La mano izquierda, junto con el brazo horizontalizado, adopta un llamado o un alto a un grupo de personas, localizadas en el extremo superior derecho, que van entrando a un enorme recinto, todas ellas de negro, lo cual contrasta con la luminosidad de los rayos solares los cuales inciden en los edificios e iglesia callejeras.
Psicoanálisis y pintura se conjugan en esta representativa obra. Oleo sobre madera, 25.4 cms. x 43.1 cms. KNW, Düsseldorf. 1936.