El paisaje es semejante al comentado en la reseña anterior (VER ARTICULO CORRESPONDIENTE EN ESTA SECCION): una magnífica tarde de Otoño en donde los rayos solares se entretejen con unas nubes doradas y la tonalidad del cielo se combina con los anteriores, obsequiándonos un tinte obscuro a ras del suelo. En el horizonte, la claridad del cielo se hace más manifiesta y se observan algunas colinas que delimitan a un pequeño poblado cuya imagen se va perdiendo al acercarse a los macizos rocosos. Las formas pictóricas predominantes son 2 grandes figuras de aspecto incomprensible, como si estuvieran viéndose la una a la otra, de color blanco cuya tonalidad se modifica por el juego de luces y sombras del atardecer estival.
La figura de la izquierda, más alta y voluminosa, parece estar encorvada, como que tratase de esquivar algo, hallándose en ella 2 hendiduras, una superior longitudinal y una media circular, su base presenta pliegues que se continúan con la extremidad inferior izquierda de la otra gran figura la cual también es de color blanco, redondeada, sostenida por una muleta a la izquierda y un macizo rocoso a la derecha. Su parte superior se encuentra ocupada por una especie de guisante blanco, lo llamativo es que más abajo y también a la izquierda surge una larga prolongación semejante a un cuerno de Unicornio que trata -aparentemente- de agredir a su contraparte.
Ya en el suelo, casi obscuro por la caída de la noche, se logran entrever 2 figuras: un niño pequeño que toma la mano de su padre. En este momento podemos considerar 2 punto esenciales en el contexto de la Obra: 1.- Las 2 grandes figuras blancas representan, surrealísticamente, a los 2 campesinos que oran después de su largo día de trabajo, dando gracias a la Divinidad porque todo fue bien, sin incidentes. Aquí, El Maestro trató de interpretar aquella magnífica pintura de, tal vez, el más reconocido de los pintores galos del siglo XIX, Jean Francois Millet, precisamente su “Angelus de Millet”, pintura de la cual Dalí estuviera toda su vida obsesionado desde que la vio siendo un niño en la escuela pública de Figueres, y 2.- La atribución Paranoico-Crítica y Onírica que se otorga magistralmente al concepto básico: la incesante búsqueda del Maestro por el padre que nunca se manifestó como tal. Oleo sobre lienzo. 73 cms.x 61 cms. Perls Gallery. New York. 1933.