Aunque lo repitamos continuamente, Gala siempre fue la musa de Dalí, su figura o rostro siempre están omnipresentes en los trabajos del Maestro. Este bello retrato pertenece al Periódo Clásico del Pintor. Fue realizado en los Estados Unidos poco antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, en él, el Maestro ocupó cerca de 3 horas diarias durante un periódo de 6 meses para finalizarlo. Un hecho interesantísimo es que el nombre Galarina fue para Dalí lo que Fornarina fue para Rafael, el portentoso pintor del Renacimiento Italiano por el cuá Dalí siempre manifesto su más absoluta admiración.
En ésta pintura encontramos un brillante análisis de la exposición al juego luz-sombra, en el que la esposa del Maestro se encuentra cruzada de brazos, mostrandonos el seno izquierdo descubierto, en la parte superior, la cabeza de la musa se encuentra rodeada de un halo resplandeciente de color amarillo-dorado, lo que representa la glorificación que hace el Pintor de ella, los juego de luz y sombra son muy destacable, principalmente en su parte superior izquierda y la expresión del rostro es magnífica, la aparente textura de la piel en cara, tórax, brazos y mano es de una técnica asombrosa. Esto se conjuga con la presencia de un brazalete en la muñeca izquierda de Gala el cual fue una creación de Fabergé de inspiración mongola que a Dalí le gustaba desmedidamente. Desde el punto de vista histórico, ésta obra fue un preludio a la aparición de “Leda Atómica”, pintura en la que se destacaría la técnica empleada en la realización de la presente. Para él, Gala era una mujer invisible, un ser muy raro que no se podía ver, no comparable a Greta Garbo o La Callas ya que era totalmente anti-exhibicionista, por lo tanto, en su casa, había 2 primeros ministros: Gala y él. Según el Pintor “…….Gala y él son los únicos seres capaces de moderarase y exaltarse matemáticamente por locura divina…….”.
Oleo sobre tela. Colección Gala-Dalí. Teatro-Museo Dalí en Figueres, España. 64.10 x 50.20 cms. 1944-45.