Haciendo un lado el título de esta Obra, El Maestro plasmo imagenes hasta cierto punto convencionales en el estilo de la pintura, No existen ilusiones visuales tan comunes en otros trabajos dalinianos que llevan la denominación “paranoico-críticos”, sin embargo, Dalí intenta dar un aire de “instantaneidad” en las figuras plasmadas en este trabajo, como que apareciesen y desapareciesen. No se manifiesta una espontaneidad cromática a diferencia de otros cuadros del Artista, aquí los colores son hasta cierto punto tenues, no llamativos que quizás reflejen el momento psíquico del Pintor. En primer lugar, nos encontramos con un cielo triste, nublado, matizado por una tonalidad gris siendo más obscura en la parte superior, el Sol se deja entrever discretamente en el horizonte y su débil luminosidad apenas es perceptible en la playa humedecida por las aguas marinas, una discreta resolana se aprecia en el cielo en el extremo superior izquierdo. En el horizonte, un lejano acantilado que hace patente la discreta tonalidad de un Mar en calma, toda la superficie que abarca la pintura se halla ocupada por una playa húmeda con gran cantidad de pequeñas piedras distribuidas en su superficie mientras un solitario paseante en bicicleta se desplaza hacia la lejanía de la costa. En la parte media izquierda encontramos la figura de una mujer de espaldas hacia nosotros que presumiblemente se trata de Lidia Nogueres, un excéntrica dama que fue muy amiga de Dalí durante sus años de juventud, según El Maestro, esta mujer poseía “…….el más maravilloso cerebro paranoico que había conocido……”.
En la parte inferior del cuadro se encuentra una ánfora y en el extremo inferior derecho, 2 hombres, aparentemente pescadores, los cuales ven hacia nosotros y uno de ellos está escribiendo algo en un viejo papel, sostenido éste en un bloque de piedra – de hecho, se observan 4 formas pétreas más -. El juego de luces y sombras en ellos es magnífico. Aunque la pintura demuestra cierta calma, cierta tranquilidad, no deja de inquietar una atmósfera fantasmagórica de la escena recordando que en esta etapa Dalí se encontraba reencontrando los aspectos más profundos de la Psicología Humana. Por cierto, la playa se corresponde a la de las Rosas en la Costa Brava. Oleo sobre madera. 19 cms x 23 cms. Edward James Foundation. 1935.