Esta pintura es una paradoja. Además de poseer colores contrastantes y sobre todo, una fuente de luz importante, las imágenes que el Pintor desarrolla muestran una dualidad: por una parte podemos ver el perfil de un anciano, manifestado por una bien delineada cara y visualizado a través de un notable brillo dorado el cual abarca desde la parte superior lateral de la frente, deslizándose hacia abajo a través de la región malar y el carrillo correspondiente. El globo ocular se percibe aún con la pupila bien delimitada, la nariz perfecta y el labio superior cubierto por un largo bigote, el mentón se encuentra también cubierto por una barba y un mueble aparente sirve de límite inferior que se transforma en un cuello de alguna prenda. Pareciese que un largo pelo se desliza por la cabeza pero….¡oh, sorpresa!, también encontramos otra imagen: la de una mujer, veamos, lo que corresponde al ojo del anciano viene siendo la cabeza de la extraña dama, la pupila un adorno en su cabello, la nariz se corresponde al cuerpo femenino que, al parecer, se encuentra embarazado; el bigote se transforma en una extremidad superior y la mano cuenta con algo parecido a un pañuelo o un papel. La barba es el vestido delineado hacia abajo, en éste caso, el cabello del viejo sería una larga cortina que delimita la habitación. En la pared se encuentra un extraño mapa que semeja a la Península Ibérica estilizada y el piso, para contrastar más, muestra una alternancia de cuadrículas negras y blancas, como si se tratase de un tablero de ajedrez (un piso de esas características lo veríamos posteriormente en la magnificente Obra “Corpus Hipercubicus” – ver reseña en esta misma sección -).
En este trabajo, Dalí resaltó los grandes contrastes: Luminosidad y Obscuridad, Juventud y Vejez, Masculino y Femenino, Muerte y Nacimiento, Blanco y Negro. Oleo sobre lienzo. 55.9 cms X 50.8 cms. Col. Particular. 1938.