Teniendo el antecedente de 1945 con la obra ” Mi esposa, desnuda, mirando a su propio cuerpo el cual es transformado……”. Dalí TAMBIEN aquí realizó un diseño arquitectónico con las formas anatómicas de su mujer, combinando una muy intensa feminidad con el dominio de las técnicas clásicas. Notablemente, podemos observar una Gala humanizada, terráquea, dejando atrás las representaciones de santidad y/o divinidad, incluso etéreas que tanto le gustaron al Maestro. El realismo plasmado en el cuadro es fantástico. Detenidamente, observamos a la musa con su cara desviada hacia la izquierda como si estuviese observando algo, de hecho la existencia de un espejo que no se ve nos introduce de lleno al enigma básico de la pintura: ¿qué es lo que ve Gala?.
La disposición cromática del cuerpo es excelente, el color del cabello es totalmente natural, como si de una fotografía se tratase, la espalda marca una perfecta simetría con la disposición anatómica de las partes, de hecho, se pueden observar discretas sombras en las zonas de los huecos naturales -espacios intercostales, línea media, zona de omóplatos -, debemos de observar que siguiendo con las disposiciones geométricas del diseños, Gala descansa su espalda sobre un perfecto triángulo constituído por el brazo y la pierna derecha, respectivamente aquí, el juego de sombras es magnífico. Las manifiestas tonalidades en la región posterior del tórax adquieren 2 características: la izquierda, más clara y la derecha un poco más obscura en su parte superior, de todas maneras el color denota serenidad. El paño o sábana que rodea la región glútea y el pubis de la musa adquiere tonalidades metálicas, brillosas de un realismo impresionante. Aquí, finalmente, se muestra a la mujer como tal, con su ferviente deseo sexual y admirada por sus formas y cuerpo.
Una Gala humana, en pocas palabras. Oleo sobre lienzo. 42 cms. X 32 cms. Teatro-Museo Dalí en Figueras. 1960.