Tallada en Marfil, en el segundo siglo D.C, nos representa la cabeza del Emperador Adriano en una clara manifestación de los rasgos faciales clásicos de los romanos: cara delgada, nariz afilada aunque en la región de la Narina Derecha, se encuentra una discreta erosión quizás resultados de algún golpe, comisuras labiales bien delineadas, cejas y ojos en una expresión de firmeza y/o decisión. El cabello esta perfectamente trabajado, tallado con presencia de rizos, y la barba y bigote son abundantes, formándose un candado, la zona de los carrillos esta bien pulida así como la frente.
El cuello es perfecto en su configuración. Se dice que Adriano fue uno de los primeros mandatarios en adoptar la barba a semejanza a la de los grandiosos filósofos griegos. Esta magnífica representación se encuentra en el Museo delle Terme en Roma.