Esta magnífica escultura olmeca representa a un niño sentado, con una aparente cubierta de color blanco. La figura se manifiesta en una posición natural, con los brazos hacia abajo, terminando las manos sobre la parte inferior de las rodillas, la región de las tetillas es ligeramente abultada, el ombligo es casi perfecto y las extremidades inferiores se encuentran abiertas en posición de descanso cuyos pies muestra unos ortejos bien trabajados. La cabeza es grande, piriforme, los pabellones auriculares adecuadamente implantados, la nariz bien realizada, los labios gruesos propios de esta cultura y los ojos almendrados de manifestación típicamente oriental. No se observa pelo y la cara es regordeta.
El trabajo representa la sencillez de esa incipiente civilización, a diferencia de las posteriores culturas mexicanas – Toltecas, Mayas y Aztecas – caracterizadas, entre otras cosas, por su crueldad y estilización inhumana que representaron en sus trabajos escultóricos. Realizada en arcilla con una longitud de aproximadamente 30 cms. 300-700 años Antes de Cristo.