Durante años, el ser socialista o comunista en México ha sido muy cómodo y a la vez muy interesante. Generalmente son personajes de cualquier género, de lentes gruesos, cabello alborotado o calvos, bigote y barba cerrada que se la pasan horas “arreglando los problemas del Mundo” en los cafés de moda. Portan un buen reloj Rolex, cinturones Ferragamo, zapatos Gucci y demás “linduras” hablan mucho del “desprotegido”, “del pobre”, “del indígena” pero menosprecian convivir con él.
Poseen excelentes carros, algunos deportivos, lindas residencias en los lugares más exclusivos de México -recuerdo a Garía Márquez y su mansión en Tlalpan- y sus viajes al extranjero son frecuentes. Constituyen una especie de “raza” muy pintoresca y como todo en este país, manifiestan el surrealismo en el cual, por siglos, nos hemos encontrado sumergidos hasta el fondo.