Desde su aparición sobre la faz de la Tierra, el ente autonombrado Homo sapiens tuvo una gran curiosidad por representar ya sea en Hueso, Marfil o Piedra, figuras zoomorfas o antropomorfas, las cuales manifestaban su incipiente acercamiento con su entorno: La Naturaleza que lo rodeaba. Las primeras esculturas prehistóricas se remontan al Periódo Auriñaciense del Paleolítico Superior, casi siempre en forma de figuras femeninas o representaciones de animales.
Para conservar una coherencia temporal con el desarrollo de la Humanidad, podemos clasificar la escultura desarrollada por el Hombre en 2 períodos: Prehistórico y Protohistórico. Una de las esculturas más representativas del Periódo Prehistórico corresponde la La Venus de Willendorf, realizada en Piedra Caliza, de una altura aproximada de 11.5 cms y con una antigüedad entre los 30,000 a 25,000 años A.D.C. Esta primera manifestación de Arte, se encuentra en el Museo de Historia Natural de Viena en Austria. Esta representación manifiesta una figura regordeta, más que robusta, de voluminosas y contorneadas curvas, bien demarcadas y que corresponden a una mujer, es de llamar la atención que no presenta rasgo facial alguno, en sí, el tipo de pequeñas figuras femeninas realizadas ya sea en Hueso o Piedra, dada la proporción de sus formas, son conocidas como Esteatopigias debido al exceso de grasa a través de su aspecto.
Para el hombre primitivo, la mujer siempre fue considerada como un misterio, dada su relación con el fenómeno de la Fertilidad- Fecundidad- Procreación, y su semejanza con la Naturaleza, con la tierra, la cual era vista por el hombre prehistórico ser fecundada y dar asiento a las semillas que a posteriori le otorgarían frutos de los cuales se alimentaría. Un ejemplo incipiente del concepto Madre-Tierra, que más tarde conllevara la construcción de megalitos, dólmenes, templos, catedrales y demás edificaciones que servirían para honrarla a través de los siglos.