En su última homilía, El Buen Hombre, había pedido, rogado y hasta exigido a los soldados salvadoreños que cesaran las matanzas hacia el paupérrimo campesinado de ese país, azorado por la incertidumbre de La Muerte. Ese fue su paso hacia La Eternidad -como dirían los fieles católicos-. Eso sucedió el último domingo de la Cuaresma, habiendo anunciado que el lunes realizaría un misa para la madre de un amigo periodista que se encontraba internada en el Hospital de la Divina Providencia en San Salvador. En un breve historial gráfico, observamos el modesto cuarto en donde vivía -cama, mesa, mecedora, libreta de apuntes así como grabadora para registrar sus pensamientos sobre la situación que vivía su país – ese Buen Hombre, una estancia lejana a las riquezas materiales propias de los jerarcas de la terrible Iglesia Católica.
Su Secretario Particular, Mons. Jesís Delgado comenta que ese día que iba a morir, el quería sustituirlo para que descansara a lo que Monseñor Romero no aceptó, sin embargo tenía en mente que sería. algún día, asesinado. El 24 de Marzo de 1980, durante la ceremonia de la misa en la capilla del hospital antes citado, un subsargento de la Guardia Nacional, de tez blanca, barbado, que habría cobrado 1,000 colones pagados por el asesino, Coronel Roberto D´Aubisson, tomo el arma y disparo directamente hacia el Tórax del sacerdote el cual cayo fulminado, perdiendo una gran cantidad de sangre, así lo comenta María Julia García, Directora del Hospital de la Divina Providencia.
No hubo ayuda, ni ambulancia, ni médicos, enfermeras, que lo auxiliaran. Fue así como los “valientes” soldados del Salvador callaron una de las voces más representativas, EXTRAORDINARIAS Y VALIENTES de la tan maldecida Teología de la Liberación.