Martin Connors, miembro de un grupo de astrónomos de la Universidad de Athabasca en Canadá ha declarado que “los troyanos”, los cuales habían sido predichos por numerosos astrónomos, son una realidad y el ejemplo palpable es el 2010 TK7 el cual cuenta con 300 metros de ancho, orbitando a 80 millones de kilómetros de la Tierra. Debemos recordar que estas formaciones son rocas que están parcialmente unidas a los planetas -en este caso la Tierra- por la fuerza de gravedad y que comparten con ellos la misma órbita pero no chocan. Hasta antes de este descubrimiento, realizado en el 2011, no se habían podido detectar cuerpos de estas características cercanos a nuestro planeta. Connors considera que no son peligrosos y que se encuentran controlados en parte por nuestra gravedad, pero la gravedad solar los controla más.
Con los avances en el ramo de la tecnología óptica aplicada a los nuevos telescopios, será posible encontrar en un futuro próximo nuevas sorpresas en tan peculiar grupo de objetos circundando la órbita de nuestro planeta.