Trabajada entre el 2,200 y el 2,100 A.D.C., esta estatua representa a un ser híbrido: un animal en el cuerpo de un hombre. Dentro del intricado mundo de la magia mesopotámica, nos encontramos con estos seres, que si bien pueden corresponder al llamado campo de la Magia Negra también los hay en la Magia Blanca. Realizada en Terracota y resguardada en el Museo de Louvre de París, esta figura esta conformada por una cabeza que representa a un animal: ojos grandes, hocico abierto, nariz puntiaguda sobresaliendo las enorme orejas que si bien pudiesen corresponder a un felino también podría representar a las de un quiróptero.
La parte que se continúa con el torso, en su parte superior es gruesa continuándose con unos brazos largos cuyas manos sostienen a una ave. El resto del cuerpo es cilíndrico, de una sola conformación, semejando una especie primitiva de vestimenta de una sola pieza. La superficie se encuentra desgastada por el tiempo y hay evidencias de policromía. Esta figura, sin lugar a dudas, manifiesta las perturbadoras creencias de los portadores de una civilización que se abría paso en el convulsionado camino de la Historia.