Salvador Dalí. “Leda Atómica”.

Gracias a la intervención del príncipe Matila Ghyka, amigo personal del Maestro y gran matemático de orígen rumano, éste bellísimo cuadro pudo ser realizado en base a las orientaciones geométricas y matemáticas precisas para que Dalí pudiese efectuar los complicados cálculos técnicos los cuales dieron orígen a tan preciado trabajo. Pintado en 1949, óleo sobre lienzo, con unas dimensiones de 61 cms. x 45 cms., se conserva actualmente en la Fundación Gala-Salvador Dalí en Figueres, España. “Leda Atómica”, nos presenta, una vez más a la musa del Maestro, Gala, la cual es representada como Leda de la mitología griega, ésta es seducida por el padre de los dioses, Zeus que adopta la forma de un cisne para que la mujer diése luz a un huevo de donde nacieron los gemelos Castor y Pólux así como las hermanas Helena y Clitemnestra. Ante ésta perspectiva, Zeus podría considerarse que se transforma más en un falo alado que en un cisne para seducir a la esposa de Tíndaro, de hecho, es elocuente que Dalí se personifica en el cisne y Castor y Pólux serían, simbólicamente, 2 almas gemelas semejantes a Gala y a él.

La musa se encuentra sentada pero flotando en un ornamentado banco con los pies sobre pequeños pedestales flotantes que no son tocados, la observamos acariciando al cisne volador y vemos también una escuadra de madera, un libro rojo que puede ser la Biblia, 3 gotas concentradas de agua y un cascarón de huevo, símbolo de la fecundida y por ende, de la Vida. Como en otras de sus inigualables obras, el Genio sintetiza siglos de tradición matemática y simbolismo pitagórico, retoma también la famosa Propoción Aurea ya que sus bocetos se relacionan con el análisis geométrico basado en el pentagrama místico pitagórico (una estrella de 5 puntas dibujada con 5 trazos rectos). Esta obra se corresponde a la fase Mística-Atómica del Pintor. Todo se encuentra suspendido en el espacio, flotando sin que ningún objeto toque a otro, por otra parte, en el fondo del cuadro, el Maestro nos regala su siempre presente costa de Cadaqués con sus acantilados y pacíficas aguas, retocadas por un magnífico color azul, en contraste con un cielo, curiosamente, de color amarillo-verdoso, lo que otorga un inusual y a la vez espléndido brillo en la imágen principal de la pintura. A su vez, ése mar se eleva a distancia de la Tierra en un elocuente manejo de la Perspectiva.

La pintura representa siglos de tradición  matemática y simbólica de orientación pitagórica. También se basa en un concienzudo estudio de la famosa Proporción Aurea (los bocetos del Pintor se relacionan con el análisis geométrico basado en el previamente mencionado pentragrama místico pitagórico). Esta obra se incluye en el periódo Místico-Atómico del Pintor.

 

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